Cuando las cosas fueron mal by Renee Harrell

Cuando las cosas fueron mal by Renee Harrell

autor:Renee Harrell
La lengua: spa
Format: epub
editor: Babelcube Inc.
publicado: 2014-07-24T00:00:00+00:00


Cuando las cosas fueron mal

San José, California.

Estaba claro que había habido una época en la que Wintebury Circle era un lugar decente en el que vivir. No estupendo, no digo eso, pero no estaba mal. El complejo, de 48 apartamentos de tres plantas, hechos de hormigón y acero, estaban hechos para durar. El muro trasero tiene un comido en la esquina más lejana, como si un coche se hubiera chocado a toda velocidad, además de estar ennegrecido por uno de los incendios que se propagaron por el valle hace un par de años. Incluso con eso, la estructura sigue en pie.

Por supuesto, han robado todo lo que tenía algún valor. Han arrancado o hecho añicos las ventanas y las puertas han desaparecido. Las paredes de yeso son difíciles de quemar. De lo contrario, no habría paredes tampoco. Las moquetas apestan a moho, podredumbre y deshechos, pero es de esperar cuando los animales toman el control de una ciudad. No importa lo que hayas escuchado por tu radio de manivela, es cierto. Los animales tienen el control. La armada, las autoridades, la civilización en sí se marchó al norte cuando las cosas fueron mal. Esta parte del país está perdida.

Hasta donde yo se, el país entero podría estar perdido. Los piratas de las emisoras ya no emiten nada más.

Yo misma me marcho al norte. Me fui de Calexico después de... bueno, después. Me fui a mediados de verano. Un calor tan sofocante y miserable como los cientos de veranos anteriores, pero una parte de mí quería quedarse. Casi que necesitaba quedarse. Calexico era mi hogar. Al final, me di cuenta de que no tenía elección. Mexico se había colapsado durante la batalla de una década de duración entre los Federales y Guillermo Guerrera, al mismo tiempo que en Estados Unidos estallaba la extraoficial segunda Guerra Civil. Cuando la frontera se convirtió en zona de conflicto, mi ciudad natal se derrumbó. La comida no fue un problema al principio, y más debido a que la gente empezaba a abandonar sus hogares, pero el agua potable había casi desaparecido. La policía se había ido también (aunque nunca fue buena) y los delitos permanecían impunes. Mi única opción era escapar.

Como mujer soltera que viajaba sola, me encontré con más obstáculos que la mayoría. Los vehículos abundaban pero la gasolina era más preciada que la sangre: arriesgaba mi vida intentando llenar el depósito de gasolina. La camioneta que encontré (cogí/robé) iba a paso de tortuga incluso a plena luz del día, así que la dejé en una cuneta y empecé a caminar. De todas maneras, prefería viajar de noche.

Tras el primer ataque, aprendía a evitar grupos de gente o a cualquier persona más grande o más fuerte que yo. A pesar de lo sucia que estoy y de mi horrible hedor, mi cuerpo sigue siendo mercancía. No importa como las cosas cambien, el deseo permanece. En este destrozado mundo sin ley, una mujer sabe que siempre habrá alguien ansioso por secuestrarla para venderla, violarla o matarla.



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